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De chico veía lo pulento que era mi viejo.
Pescaba la pelota, la dominaba, la levantaba y hacía que rodara desde una de sus muñecas, sobre sus hombros hasta la otra muñeca, como si fuera una especie de montaña rusa. Yo, imitándolo, dominaba, daba uno, dos botes y al diablo. «Negao pal balón» el cabro chico.
Me llevaba a la «canchaetierra» en Conchali, Independencia o Renca. Entonces, aparecía algún emigo del viejo con la pregunta: «y? como es manolito pal balon?» y la cara de mi viejo se descomponía, tenso, quizás un poco frustrado, masticando la respuesta:«Eh, no, eh, este, manolito juega ajedrez».
Afortunadamente, mi viejo nunca supo que también era mal pal ajedrez, conocía las reglas, pero tampoco puedo estar orgulloso de mis partidas.
No sé que encontraba peor, si que fuera malo pa la pelota o que jugara ese juego de maricones(a ojos de mi viejo), la cosa es que crecí bajo esa sombra de nunca hacer nada con la habilidad del viejo: pelota, bolitas, volantin, chiquillas, combos en la calle, chistes, etc.
Lo único que hacía Manolito era ver monitos, ver monitos y jugar en los «flipeh».
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Una mañana, mi viejo me llevaba por Santiago Centro, de la mano, creo que veníamos de comprar zapatos para el colegio, tendría yo entonces unos nueve años, mi viejo treinta y nueve. Caminábamos por San Antonio, hacia el sur, doblamos por Merced y de pronto, frente a la Casa Colorada, junto a la galería había un local de videos.
«Papá, papá, mira, unos videos, comprame una ficha, porfa, porfa»
Hay que decirlo, mi viejo habrá preferido verme haciendo una finta o un golcito, aún así me, daba en el gusto con mis tonteras, si andábamos con tiempo me compraba una ficha y se quedaba mirando desde atrás como yo le disparaba a cuanto marciano apareciera en la pantalla.
Cuando entramos al local, esta vez, mi viejo se encontró con un escenario distinto al de otras veces. Podiamos jugar de a dos, sí, de a DOS, como equipo. solo una ficha mas que de costumbre y ya podíamos, mi papa y yo, en el papel de los hermanos Billy y Jimmy Lee embarcarnos en el heróico rescate  Marian, la novia de Billy, jugando Double Dragon.
doubledragonarcade
Si bien yo nunca había terminado Double Dragon, si podía avanzar varios niveles con una ficha, era un jugador promedio, con mis primos lo jugábamos a menudo, podría decirse que hasta era hábil así que le di todas las indicaciones a mi viejo antes de ponernos a jugar. Era simple: «Tu serás el rojo, con la palanca te mueves, ese botón es combo, este es salto y aquel es patada. Combo y salto al mismo tiempo hace un codazo, salto y patada al mismo tiempo, hace una patada así como p’atrás, salto y después patada hace una patada voladora. Entendiste, papá?» Sencillísimo. Mi papá tenía una expresión extraña, pero dijo bueno(ya mas grande entendí que era su cara de «no entendi un pico»), metimos las fichas y empezamos.
«Papá, a ese, pégale a ese», «pero papá, que no te peque», «ese es el de combo, papá», «no, papá, no me pegues a mi», «el rojo, ese, sí, el rubio de rojo». Un desastre.
A los pocos  minutos yo estaba manejando las palancas de ambos jugadores, apretando botones aquí y allá para avanzar a los dos personajes, ponernos a salvo y poner a mi papá de nuevo a jugar para pasar por la misma tragedia hasta que ya no pude avanzar y el fatal game over libró a mi padre de aquella tortuosa demostración de ineptitud.
Double Dragon es el primer y único juego que hemos jugado juntos con mi papá y creo que hasta podría apostar ha sido el único videojuego que ha jugado en su vida y fue un desastre, no rescatamos a Marian pero, al menos yo, descubri algo mucho mas importante aquel dia. Descubrí que yo si tenía habilidades para algo, en lo que mi papa no, que sí podía hacerme cargo de algo con tenacidad con tal de salvar la situación e incluso para ayudar a mi papá que Abobo no lo matara y que al mundo en el que se movía mi viejo le faltaban botones.
Mi viejo es un viejo analógico, de radio con perilla, sin control remoto, de cigarro en la micro y sin celular. Yo no lo sabía entonces,  pero el mundo analógico iba en retirada y para el mundo venidero yo sí tenía habilidades(no tantas tampoco, pa que nos vamos a andar quebrando, pero doy menos la cacha que en los ochenta) y en el futuro podría ser útil, como un hombre bien hombre debe ser a los ojos de su papá.

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Por manuel

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